viernes, 25 de enero de 2008

EL REBAÑO DEL SEÑOR



“… Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí , así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.” Jn 10,11-18

Es fácil juzgar, condenar, poner en el banquillo
a ese miserable, a ese rufián, a ese criminal,
a esos que son oprobio de la sociedad,
que tal vez ni conciencia tienen
que tal vez se merecen la pena de muerte,
nuestro desprecio, nuestro odio

Pero… que logramos al condenar?¿Nuestra alma estará en paz?
¿Podemos decir que somos mejores?
Juzgar se nos hace una tarea más fácil que perdonar,
quizá porque nos olvidamos que el Amor…
todo lo puede, todo lo soporta, todo lo perdona

Y que al fin todos somos el rebaño de Dios,
el mismo cielo quisiéramos ganar,
somos las ovejas del Buen Pastor;
muchos nos extraviamos por el camino,
no buscamos el bien sino el mal,
nos arrastran las aguas del río,
y nos lleva la corriente…
embarramos el corazón de maldad,
de falsedad, de egoísmo, lejos de Dios,
nos dejamos llevar por espejismos,
por las banalidades de este mundo,
y perdemos el regreso a casa;

Pero el Señor jamás, jamás nos olvida,
aunque estemos desviados, confundidos,
haciendo un desperdicio de nuestras vidas,
aunque nos apartemos de su Amor
con las dudas, las tribulaciones,
somos su rebaño amado
que desea volver a reunir junto a El,
solo nos pide creer, solo nos pide
ser mansos, humildes, sencillos,
dejar a un lado los malos sentimientos,
arrancar esa cizaña que crece en el corazón.

El Buen Pastor conoce a cada una de sus ovejas,
y aunque no seamos de su redil igual nos acepta,
algunos regresaremos, otro no…
dependerá de nosotros la salvación,
de regresar a los brazos de Dios,
o de seguir sumergidos en la perdición,
y así como El nos conoce
debemos también saber reconocer su Voz,
que con su misericordia nos perdona,
nos exhorta a no tener miedo a creer,
con su Palabra nos junta en el Camino
que Os Améis unos a otros como yo os he amado”.

MILAGRO


“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,
pedid lo que queráis y lo conseguiréis. Juan 15,7”


Es difícil creer en milagros para el incrédulo
porque quiere creer en lo que alcance a ver,
porque necesita pruebas intangibles,
tal vez pasa porque el mundo
vive muy alejado de Dios
y de a poco nos hemos olvidado
que la Fe consiste precisamente
en creer lo que no podemos ver,
sino entonces cual es el significado,
el motivo, el valor de la fe?
Un milagro es una prueba que el Señor
nos da de su existencia, de su grandeza,
es la prueba más grande para que nuestra fe
se fortalezca, se renueve,
despeje en nuestro corazón toda duda
Pedid dice el Señor y se os dará…
porque para Dios no hay imposibles
solo quiere oír de tus labios,
que le pidas con fe y humildad
esa necesidad y esa carencia que tienes,
esa angustia que vives, o ese mal incurable,
o ese vacío espiritual que nada llena
pero sin oraciones es imposible
que Dios atienda el llamado
la oración constante, confiada
sabiendo que el Señor está del otro lado
Porque El vive muy dentro de tu corazón
esperando por ti, sufriendo por ti,
pidiendo el milagro que esperas se te dé,
el que te cuesta tanto creer que existe,
sabiendo que el Padre nos escucha,
que no desistirá a nuestros ruegos,
podríamos ser como el ciego, como el leproso,
como la mujer que tocó su Manto,c
omo todos aquellos que oyeron
la Misericordia de labios del Señor
al decirles “Vete, tu fe te ha salvado”
Todo lo que tú le pidas con fe se te dará,
porque el Señor es bueno, es compasivo
y su misericordia es infinita,
porque El Señor sonríe dentro de tu alma
esperando que acercándote a su presencia le hables
con palabras sencillas y sinceras
le cuentes eso que te inquieta, que te atormenta
Solo basta tener fe porque Dios nunca se niega,
nunca se oculta si tú le llamas,
nunca te rechaza si tú lo buscas,y rezándole
Como El nos enseñó a orar
pidiendo con constancia, sin perder la calma,
no exigiendo sino suplicando,
no gritando sino murmurando,
hasta el Cielo llegará tu plegaria.
Creyendo que a nuestro lado permanece
Dios siempre se hará presente,
te hará saber que no te olvida
y agradeciendole también cada día
por su bondad, por su Amor,
reconociéndonos como hijos suyos,
aceptando siempre su Santa Voluntad
alcanzaremos así sus bendiciones
y el milagro de su misericordia.